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DISIDENCIA DEL DOCTOR GUSTAVO A. BosseRrT

VISTO:
El expediente N" 4.128/2001, caratulado: "Ministerio de Relaciones Exteriores s/ nota 667/01 —letra DIGHU-"; y Considerando:

Que por los fundamentos expuestos en mi voto en la causa N" 276/99 caratulada: "Urso, Jorge Alejandro s/ presentación", a los que remito, corresponde mente sobre puntos jurídicos conflictivos. Para eso paga el Estado, aun cuando, a veces, lo que opinan los profesores le juegue en contra, pues esto es lo que nos define como estado pluralista.

¿Que además de profesor es juez, y que un juez no puede decir en un dictamen que lo que hace la Corte y el Estado es inconstitucional? Al ver veamos. Es verdad que es juez, y que para algunos puede resultar chocante que un juez opine como lo hace Magariños (que, además y por cierto, tiene razón). Pero ocurre que en nuestro régimen jurídico es legítimo que un juez sea al mismo tiempo profesor. Y si se admite que esto sea así hay que asumir los inconvenientes que esta duplicidad supone y aceptar que son diferentes los papeles que le toca representar a quien acumula ambas calidades y que, por lo mismo, puede actuar con intereses no siempre compatibles. Es más, en caso de conflicto, no me parece conveniente que el afectado intente "compatibilizar" los papeles de modo de que cada uno sea mimético del otro, antes bien, debe asegurarse de cumplir en la forma más completa y leal aquello que se espera del papel que representa en ese momento. De lo contrario, es mejor no dar lugar a que un conflicto de esta naturaleza se plantee.

En lo personal, creo que sería mucho mejor romper con esta antigua costumbre argentina y que, de una vez por todas, los jueces sean jueces y los profesores, profesores. Pero para que los profesores sean profesores hace falta una universidad que sea una universidad. Y eso motivaría otra discusión, otra inspiración, y probablemente otro país.

En suma, que expresar la censura de esta Corte por la conducta de los defensores, o del profesor, no sólo es a mi juicio antipático sino que importa tomar atajos para acrecentar el renovado desprestigio de los tribunales argentinos, máxime frente a la posible intervención de la Corte Interamericana.

Al respecto, hay que darse cuenta de una vez por todas de que nuestros funcionarios son un patrimonio que debemos desarrollar, antes que un costo que debamos reducir, y antes que convertirlos en bancos de prueba de nuestra superioridad jerárquica. Nada progresa infligiendo varapalos a las inteligencias indóciles (como la que probablemente adorna al juez Magariños). Por el contrario, hay que estimularlas para procurar así que las sentencias que se produzcan sean más bien jurisprudencia que una sucesión de naufragios.

A lo que cupo decir debo añadir que, súbitamente, con la instantánea luminosidad de un flash, mi memoria acaba de recobrar una reflexión sobre la hostilidad entre comunidades vecinas, a la que Freud llamaba "narcisismo de las pequeñas diferencias". Así me expido. — ENRIQUE

SANTIAGO PETRACCHI

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Año: 2002, CSJN Fallos: 325:2473 
Extraido de : https://universojus.com/csjn/tomo-325/pagina-2473