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como si cada uno hubiera de tener una participación dirigente en todo cuanto comprende lo que se llama con una sospechosa vaguedad "la cosa pública". Dijimos al principio que este énfasis corresponde a un desmesuramiento y una desnaturalización de la responsabilidad política producidos con desmedro de las responsa.

bilidades sociales que más directa y perentoriamente nos conciernen, como las de padres o hijos de familin y de miembros del núeleo social con el que nuestro trabajo nos vincula. Y bien, el énfasis tiene que ser transferido a la mención de estos deberes, porque es con su enmplimiento que cada uno tiene de veras al alcance de su mano, conforme a su propia medida, una gravitación conereta y real en la vida y el destino de la comunidad nacional. De la recomposición social a que nos hemos referido se sigue con naturalidad una renovación de la vida jurídica, porque ubicado socialmente cada uno en su lugar, la responsabilidad que allí le inenmbe se hace patente y hasta conminatoria y el celo por la integridad de los derechos cede la primacía al celo por el camplimiento del deber. De esos deberes sin brillo que la vigilia de cada día trne consigo en el propio núeleo social de la familia y del trabajo, de cuyo destino somos intransferiblemente responsables y con cuyas virtudes —y no con otras, quizás más llamativas y seductoras pero menos profundas y menos decisivas—, se va labrando la felicidad común y la grandeza nacional, así como se levantaron las grandes catedrales con el parcial trabajo anónimo de artesanos que tenían para su obra un amor silencioso y abnegado.

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Año: 1953, CSJN Fallos: 226:549 
Extraido de : https://universojus.com/csjn/tomo-226/pagina-549