y de manera explícita de las declaraciones de Marcos Antonio Di Luca, vocal de la Comisión Directiva, quien dice conocer a los acusados, a los que define como "hinchas" que venden bonos de contribución y rifas para solventar los gastos cuando el equipo de Instituto actúa como visitante (£s, 103/104). Por otra parte, la presencia reiterada de los integrantes de la "barra brava" en las instalaciones del club es denunciada por el agente policial Héctor José Reynoso, quien los vio bebiendo copiosamente en el bar (fs. 120), y su actividad resulta suficientemente reconocida por los agentes Julio M. Maldonado, Carlos A. Gómez Vélez y por la vendedora habitual de maní, Lucía Alvarez (fs. 45, 47,80 y 111).
Pero el estrecho nexo que ligaba a estos sujetos con los directivos surge inequívocamente de las declaraciones de Alfredo Daniel Lloret, Manuel A. Burela, Hugo Marcelo Alemán y Jhony David Ludueña fs. 125/126, 127/128, 131/132, 135/136). De ahí se desprende que la Comisión Directiva les entregaba 150 boletos de entrada antes de cada juego y les facilitaba sumas de dinero para viajar a presenciar partidos en la ciudad de Buenos Aires, tal como lo admite Ludueña, quien individualiza al gerente del club, Sr. Ferraro, como uno de los integrantes de los cuerpos directivos que otorgaba tales franquicias (fs. 135 vta.), y a otros dirigentes, entre ellos "un tal cordobés", que "es el que más habla con los muchachos de la barra" (ver fs. 261).
13) Que las relaciones reseñadas de complacencia hacia los integrantes de la hinchada revelan una manifiesta negligencia en el cumplimiento de las medidas de seguridad. Ello permitió crear una criticable impunidad respecto de esas personas, una de cuyas facetas repudiables la constituye el episodio de estudio en esta causa.
El comportamiento de los directivos del Club Atlético Instituto Central Córdoba los muestra en una actitud que parece olvidar los últimos fines de los espectáculos deportivos y contribuir a los desbordes de la pasión descontrolada. Los integrantes de la "barra brava" recibieron de aquéllos asistencia económica, espacios físicos en el interior de las instalaciones del estadio y un trato fluido que sólo la declaración del presidente Dr. Gutiéz parece desconocer. Se contribuyó así a provocar una de las peores consecuencias de lo que Ortega y Gasset denomina "la nueva paganía moderna que es la religión apasionada del deporte".
En ese mismo orden, cabe señalar como deficiencias en materia de seguridad que presentaba el estadio, las facilidades de acceso que per
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Año: 1998, CSJN Fallos: 321:1142
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