m en esta tierra que es patria para todos la grandeza y el esplendor de sus instituciones y de en gobierno.
La responsabilidad de hacer justicia, de realizar el jus aun quique fribuere de los, eláxicos. impone a los hombres que reciben el honor de tan alta investidura la obligación permanente de consagrarse a tan augusta misión en forma total, exclusiva de toda otra actividad oficial. Esto es lo que hizo Alvarez Rodríguez, La majestad de la justicia, frase imponente pero a la vez vago y peligroso concepto tan frecuentemente mencionado hasta llegar a interpretárselo —a veces— como la definición de un conjunto de personas que necesariamente han de vivir y actuar alejadas de toda contaminación con las ideas ambientes y las preocupaciones e inquietudes que agitan a los demás hombres para poder merecer el neatamiento que a veces conquistan las comunidades que se rodean de solemnidad y de ritos sobre los que se va formando un ambiente de misterio y de respeto receloso, esa majestad —así entendida— es precisamente la fórmula vacua de la justicia humana.
La verdadera majestad no se adquiere, por la justicia, con actitudes y con fórmulas que han de ser exhibidas en público, sino con la conducta, el diario aumento de la capacitación jurídica a el noble empeño de distribuir justicia con verdadero espíritu cristiano. Para cumplir con estas exigencias, definidoras en sus rasgos fundamentales de la fisonomía moral e intelectual del magistrado judicial, no hay que imponer a éste una total desvinculación con el medio en que actúa.
El juez que solamente viva en eomunieación con los códigos, leyes y tratadistas, respirando el ambiente atrayente y cómodo de las bibliotecas, podrá resultar un gran jurista pero quiTÁ como magistrado sea nada más que un frío ordenador de doctrinas y exégesis, totalmente desvinculado de ese calor de vida que proporciona el contacto con los diarios afanes de la comunidad y que permite conocer los anhelos, las necesidades y los riesgos que hacen palpitar a veces muy aceleradamente el corazón de su pueblo.
No hay que olvidar que el gobierno de la República está constitucionalmente organizado en tres Poderes, y que uno de ellos es el Judicial. Especialmente los que por ser parte de la Corte Suprema de Justicia actuamos como cabeza del Poder Judicial de la Nación, somos a la vez jueces y órganos de gobierno. Solamente que muestra actividad como miembros de un Poder del Estado se hace manifiesta por intermedio de pronunciamientos de tribunal en los casos judiciales que se plantean, o como consultores constitucionales del Presidente
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Año: 1949, CSJN Fallos: 214:312
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