- Suspendido del techo el que iba a recibir este suplicio, atadas las manos a la espalda, y juntos los descalzos pies, se apoyaban éstos sobre un ladrillo frío, durante 24 horas, en las cuales no se le permitía dormir al atormentado. Posteriormente, el ladrillo era cambiado por otro, al rojo vivo, sobre el cual debía pisar y quemarse los pies la víctima.
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