- Este suplicio, para impresionar aún más al sospechoso, se servía de un ataúd, en cuyo centro había una barra, más bien una lanza por el destino que tenía. Luego de maniatar al reo, se le colocaba en postura tal, que la espalda se apoyara sobre la barra. Ya situado en esa difícil e incomodísima postura, se le forzaba a beber gran cantidad de agua, que le producía terribles convulsiones, al grado de concluir casi siempre con la fractura de la columna vertebral, o con la muerte misma del atormentado.
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