Definición de MUJER PÚBLICA


    Con este nombre decoroso y con otros cien de toda índole, desde el equívoco de cortesana a los crudísimos casticismo del Quijote, se designa la mujer que se entrega por dinero a cualquier hombre que la solicita. De no existir la nota lucrativa o profesional, desaparece la censurada del comercio carnal; si no concurre la entrega indistinta, aun lucrativa, si obedece a impulsos afectivos o meramente fisiológicos» han de bu&carse Otras denominaciones, de distinta jerarquía moral, aun cuando no se esté dentro de la ritual pureza de los moralistas.
    Sin ahondar en tema tan complejo como el de resolver, desde un punto de vista estrictamente humano, acerca de la ilicitud de comerciar con el cuerpo, cuando algo más sutil y noble como el espíritu es la base, en su comercio o ejercicio, de todas las profcsionco liberales» literarias» científicas y artísticas, resulta incuestionable que, por el buen orden de la sociedad y por bien de la salud pública, la prostitución exige al menos cierta policía, que evite la indolencia social, producida por la difusión del vicio, para retener a la mujer en las nobles funciones del hogar y de la maternidad y preservar a la humanidad de las plagas que incuban o contagian las esclavas del amor físico.
    En la realidad de casi todos los países, sin evocar ahora el proceso de la promiscuidad, de la prostitución y de la monogamia, las mujeres que por impulso, desgracia o supuesto negocio se dedican a comerciar con sus encantos o con la excitación ajena, ejercen su profesión con mayores o menores dificultades, con clandestinidad o sin ella; pero en forma constante.
    Actividades conexas, punibles casi siempre, porque, a los reparos que el tráfico ofrece, se suma la obtención de un provecho a costa ajena o la producción de un mal sin propio beneficio, están la rufianería, la trata de blancas, la inducción de menores y la tercería o procuración retribuidas de los placeres carnales.
    Según la Nov. Recopil., la mujer pública debía ser prendida donde quiera que se hallare, bien en los paseos públicos causando nota, bien en las calles y plazas, bien en su posada; con encierro en prisión o condena a galeras por el tiempo que pareciere oportuno, curioso precedente de la sentencia indeterminada (lib. XII, tít. XXVI). Escriche, que se limita casi a reproducir ese precepto, ratifica su incumplimiento por los poderosos o numerosos protectores que las mujeres públicas encuentran o tienen, o porque hay males peores aún que la prostitución. Sin extender sombra alguna sobre ningún pueblo en concreto, es notorio que allí donde tal profesión se restringe, se expone a las hijas de familia, e incluso a las madres de ella, a ser víctimas de las pasiones mal contenidas, con mayor dispersión del daño y más grave turbación de honores y hogares. Malo es tener esta profesión sólo; pero peor quizás es simultanearla con todas las demás, tendiendo la duda y alentando la audacia masculina en todos los sectores y ocasiones, (v. ESCÁNDALO PÚBLICO, CORRUPCIÓN, HIJO MÁNCER, LIBERTAD DE AMAR, PELIGROSIDAD, PROSTITUCIÓN, PROXENITISMO, RUFIANERÍA.) ,

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