- Preservación de la vida y de la integridad corporal que en los animales (incluido el hombre) es innata. Los psicólogos y biólogos aprecian que se trata en verdad de un conjunto coincidente de instintos. Además, en el hombre, a esa reacción física se une la mental, que le lleva a prever los riesgos y adoptar su defensa incluso antes de concretarse el ataque o el mal.
Entre otros fundamentos morales y jurídicos (como los de la mejor condición del agredido sobre el agresor y la impotencia actual de la autoridad y de sus agentes para amparar a la víctima), la legítima defensa encuentra apoyo en este mismo instinto* de conservación, que se estima insuperable ante un injusto y súbito acometimiento. No obstante, del dominio de ese instinto se encarga la disciplina militar ¿n el combate, mediante una superación del peligro, cuando la idea del patriotismo o del ideal no es suficiente; y erige ante el vacilante la certeza de la muerte por miedoso, de no aceptar la eventualidad de librarse en la lucha o de merecer honores de héroe si la muerte le sale al paso.
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